La perspectiva en Las Meninas

            El paralelismo entre los dos cuadros abarca otros aspectos: ambos utilizan la perspectiva frontal para acentuar la sensación de profundidad en un intento de remarcar la posibilidad de invitarnos a entrar en un espacio que a nuestro cerebro se le presenta verosímil con el objetivo de hacernos participar de la obra de arte: ya vimos que Velázquez intenta que nos sintamos los reyes y ahora nos invita a pasar al interior del cuadro. La idea básica de esta forma de representación consiste en que la pared del fondo se mantiene frente a nosotros y todas las líneas de las paredes perpendiculares a aquella confluyen en un solo punto que será el punto de fuga.

            Ese punto de fuga coincide en el horizonte con la línea que llega desde nuestro ojo perpendicularmente también a la imagen y eso nos da idea de la altura desde la que se pintó el cuadro. Es un punto hacia el que convergen todas las líneas perpendiculares al plano vertical en el que estamos situados.

            En La Cena de Leonardo el punto se encuentra en el centro del cuadro en la frente de Cristo y funciona como un atractor para nuestra mirada.

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            El punto de fuga en Las Meninas se encuentra desplazado a la derecha del cuadro. Ha sido calculado minuciosamente por muchos estudiosos porque las líneas del cuadro están trazadas con mucha precisión, algo que contrasta inicialmente con una pincelada poco definida para los personajes. Buero Vallejo (1973) recoge en su artículo los estudios del arquitecto Ramiro Moya y los suyos propios para su determinación. En clase también utilizamos la geometría Dinámica para trazar líneas y calcular posiciones hasta encontrar el punto de confluencia: tomamos las líneas de fuga correspondientes a los cuadros colgados en la pared de la derecha la línea que une esa pared con el techo y la que une los dos colgadores de lámparas, con ellas llegamos a que el punto de fuga está situado en los pliegues de la ropa del brazo de José Nieto

            Se ha realizado una presentación con GeoGebra que persigue hacer aparecer poco a poco los elementos de la perspectiva, esto permite estudiar cómo se transforman las figuras en la representación pictórica: por ejemplo, los rectángulos de los cuadros de la pared derecha se convierten en trapecios en los que sólo se mantienen paralelos los lados verticales. Posteriormente se trazan cuatro líneas de fuga y se coloca un rectángulo sobre ellas situando puntos a la misma distancia del punto de fuga de forma que esa distancia se pueda modificar con lo que GeoGebra llama un “deslizador”. El efecto de este cuadrado sombreado en color rojo sería el de un cristal semitransparente  de forma cuadrada, imaginamos que mantiene su tamaño y tiene su lado inferior sobre el suelo de la sala. Con esas premisas, hacemos que el cuadrado funcione como una gran lámina que deja ver lo que hay detrás y podemos deslizar perpendicular al suelo de la sala y paralelo a la pared del fondo. La disminución de tamaño crea la ilusión en nuestro cerebro de lejanía respecto al lugar donde nos encontramos.

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            Como Leonardo, Velázquez también propone un juego entre dos espacios superpuestos: uno más cercano con las meninas y los enanos, otro muy lejano con la puerta del fondo y el espejo. Pero también en este juego nos incluye a nosotros en forma de tercer espacio que nos encontramos también pertenece al sistema. Lo representado en el cuadro es una ventana que se abre a nuestra percepción y nos hace creer que participamos en él.

            Además de la perspectiva lineal en la que nosotros miramos el cuadro como si fuera una pirámide desde dentro de su base, hay dos efectos más con los que Velázquez consigue la sensación de espacio que se aleja:

·        Perspectiva menguante: a medida que aumenta la distancia, disminuye la nitidez, los contornos se van haciendo borrosos y desdibujados. Eso también ocurre en la realidad.

·        Perspectiva de color: en este caso, cuanto más lejos aparece representado un objeto, más tenues son sus colores. Existe también en el mundo real un desvaimiento de los tonos al aumentar la lejanía (las montañas lejanas aparecen azules).

            Todo ello da una sensación de realidad de la sala, pero no podemos decir que sea una realidad fotografiada sino inventada. Velázquez nos presenta una realidad en la que todos los elementos que la componen encajan perfectamente, aunque nos quedan ciertos elementos indecidibles. En realidad, no es una realidad fotografiada sino creada por la mente de Velázquez.